Ciudad fortificada de origen islámico con restos de murallas, torres y aljibe, situada en una zona elevada dominando el valle del Almanzora.
La ciudad amurallada de Tíjola la Vieja y la fortaleza de RagaSana se encuentran en el municipio de Tíjola, comarca del Alto Almanzora, provincia de Almería.
Tras la conquista musulmana, la comarca del río Almanzora se integró en la kura de Yayyan (Jaén), entre la kura de Tudmir (Murcia y Alicante) y la cora de Ilbira (Granada). En el valle del Almanzora se establecieron importantes hussün, núcleos defensivos mencionados por cronistas andalusíes como al-Hayyan, ibn al-Idrisi e ibn al-Jatib, entre ellos la madinat de Tíjola.
Durante los siglos VIII y IX, la zona, con una significativa población mozárabe, presentaba constantes conflictos con el emirato cordobés. En el año 896, el ejército omeya atacó los castillos de Guadix y Huéneja, recibiendo tributos de las Alpujarras. Tras varios días de inclemencias climáticas, el ejército acampó en la fortaleza de RagaSana en Tíjola y partió hacia Baza el 16 de julio. En 913, ibn Hayyan cita la madinat de Tíjola en la rebelión de los muladíes de Umar b. Hafsun contra Abd al-Rahman III al-Nasir.
En el Alto Valle del Almanzora, los hussün cumplían una función defensiva, militar y administrativa. Cada uno era gestionado por un gobernador con autonomía del poder central. Es asombrosa la densidad de fortalezas en la comarca; ibn al-Jatib documentó minuciosamente estas estructuras durante un viaje del monarca nazarí Yusuf I en el siglo XIV.
El hisn de Tíjola la Vieja estaba construido sobre restos íbero-romanos y visigodos, lo que refuerza su importancia estratégica y la continuidad del poblamiento en la zona. La presencia de estas estructuras fortificadas reflejaba la constante lucha por el control territorial. En los textos históricos se menciona la resistencia de la población local contra la autoridad cordobesa, lo que explica la fortificación de estos núcleos de población con estructuras defensivas.
Durante la Guerra de las Alpujarras (1568-1571), la población de Tíjola y su comarca se refugió en la fortaleza, reforzando sus defensas y almacenando provisiones en previsión de un asedio. En marzo de 1570, el castillo y la medina de Tíjola la Vieja fueron sitiados y conquistados tras tres días de intenso combate, con artillería incluida. De esta batalla se conserva una carta de Don Juan de Austria a Felipe II, en la que describe la crudeza de la lucha y las dificultades del terreno. Los defensores de la fortaleza aprovecharon las inclemencias del tiempo para huir de noche a Bacares, Purchena y el norte del río Almanzora, pero muchos fueron capturados y ejecutados.
Posteriormente, las tropas cristianas arrasaron la ciudad, destruyendo sus estructuras principales y dejando solo fragmentos de murallas y torres. Desde entonces, Tíjola la Vieja quedó en ruinas, perdiendo su papel como núcleo estratégico. Sin embargo, los restos arqueológicos siguen evidenciando su pasado como una de las fortificaciones más relevantes del Alto Almanzora.
Ciudad amurallada de Tíjola la Vieja
Tíjola la Vieja (Madinat Tágila), al igual que otras ciudades medievales de la Península Ibérica, contaba con un enclave fortificado: la fortaleza de RagaSana. Se extiende sobre cuatro cerros en línea, con vistas al río Bayarque al oeste y la actual ciudad de Tíjola al este. El tercer cerro albergaba la medina, delimitada por una muralla interior que protegía la zona palaciega y la fortaleza situada en el segundo cerro, ambas con muros de piedra y tapial reforzados con torreones.
Las ciudades musulmanas se estructuraban a partir de la alcazaba, lugar de residencia del gobernador, que solía ubicarse en la zona más elevada, con aljibes para abastecerse de agua en caso de asedio. El trazado del perímetro amurallado garantizaba la seguridad de sus habitantes. En Tíjola la Vieja, la muralla combinaba tapial con mampostería de piedra, distribuyendo capas de materiales regulares. Los mechinales visibles en los muros atestiguan el uso de la técnica de tapial.
La medina y la fortaleza de Tíjola la Vieja (siglo VIII-IX) se organizaron en tres niveles:
- Una albacara amurallada con muros de mampostería en la base y tabiyya en las capas superiores, con un aljibe en el segundo cerro.
- Un hábitat fortificado con murallas de mampostería y tapial, con mezquita, arrabal, baños y molinos de mano, además de una segunda muralla que protegía la zona palaciega del tercer cerro.
- En el cuarto cerro, un campo de silos y una maqbara (cementerio).
Pérez de Hita documenta que "la ciudad vieja y castillo de Tíjola fueron edificados sobre un monte alto y fragoso, bordeado de peñas y tajos profundos con una sola entrada a la sierra". La población vivía en el valle, cerca del río y los cultivos, refugiándose en la fortaleza en tiempos de peligro.
Solo quedan ruinas de la medina y el castillo. En el segundo cerro se conservan dos torreones cuadrados, vestigios de la muralla y un aljibe. En la medina, en el tercer cerro, persisten una puerta en L, una gran entrada norte y restos del área palaciega.
Los muros combinan mampostería de piedras calcáreas y silíceas con mortero de barro. En algunas secciones se aprecian técnicas propias de campamentos romanos. Existen indicios de construcciones previas de origen cartaginés, romano, bizantino y visigodo. Durante el siglo VIII, la ciudad recibió intervenciones islámicas, documentadas por hallazgos de dírhams de plata acuñados en Córdoba entre 770 y 777, durante el reinado de Abderramán I.
Fortaleza de RagaSana (Hisn RagaSana)
Situada en el segundo cerro de Tíjola la Vieja, la fortaleza de RagaSana presenta un plano irregular con torres cuadrangulares de tabiya, dos de ellas de dimensiones considerables (7,35x5,05 m y 7,45x4,60 m), y un aljibe central.
La estructura de la fortaleza sigue la topografía del terreno, con ángulos defensivos estratégicos. Su parte posterior es inaccesible debido a la pendiente del cerro y la profundidad del río. Su diseño, con mampostería de piedra y tabiyya y torreones macizos accesibles desde el adarve, apunta a una construcción emiral de los siglos VIII-IX sobre vestigios anteriores.
El aljibe
El castillo conserva un aljibe de tapial hormigonado (siglo IX), con mortero rico en cal y grava. Mide 4,21x2,22 m y tiene 2,50 m de profundidad. Está cubierto por una bóveda de medio cañón rebajada y tiene capacidad de 23 metros cúbicos. Presenta numerosos grafitis cristianos del siglo XVI. Situado en la parte superior de la fortaleza, garantizaba el abastecimiento de agua en caso de asedio.
Los aljibes han sido esenciales en las fortificaciones mediterráneas, permitiendo almacenar agua para la población y las tropas. En Tíjola la Vieja, el aljibe conserva su función estructural, aunque sus accesos han desaparecido.
La maqbara
En el cuarto cerro hay siete silos troncocónicos de 1,70 metros de diámetro en la boca, utilizados desde época romana para el almacenamiento de grano. También se encuentra la Cueva de la Paloma, una antigua mina de cobre explotada desde la prehistoria hasta el siglo XX.
Restos de viviendas nazaríes y tumbas forman parte de la maqbara, ubicada en el lado suroeste, junto a la medina, en el perímetro inferior.
Restos casi desaparecidos. Solo quedan vestigios de las murallas, torres, zona palaciega, silos, sepulturas y aljibe. Las construcciones fueron arrasadas tras la rebelión de los moriscos.
La fortaleza de Tíjola la Vieja fue declarada Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento.
Es de acceso libre.
Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949 y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
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Fecha de última modificación: 15/02/2025
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