La Batalla de Mühlberg, en abril de 1547, fue un enfrentamiento clave entre el emperador Carlos V y la Liga de Esmalcalda, liderada por Príncipes alemanes pro-luteranos. A pesar de la desventaja numérica, los Tercios españoles, bajo el mando del duque de Alba, lograron una victoria decisiva. Once valientes soldados cruzaron a nado el río Elba, capturaron pontones enemigos y permitieron la victoria imperial. Carlos V recompensó a estos héroes, marcando la conclusión de la guerra y consolidando la autoridad imperial en una Europa dividida por tensiones religiosas y políticas del siglo XVI.
En el siglo XVI, Europa se veía envuelta en conflictos políticos y religiosos, con el Imperio español como protagonista destacado. La expansión del protestantismo generó tensiones, llevando a la formación de la Liga de Esmalcalda, liderada por Príncipes alemanes pro-luteranos.
La Liga desafiaba al emperador Carlos V, quien, tras años de enfrentamientos, decidió poner fin al conflicto. En 1547, el Príncipe elector de Sajonia, Juan Federico, lideró un ejército de unos 30.000 soldados contra territorios leales al emperador. Carlos V, enfurecido, reunió un gran ejército imperial para acabar con la Liga.
La Batalla de Mühlberg, librada el 24 de abril de 1547 a orillas del río Elba, en la localidad alemana de Mühlberg an der Elbe, marcó un hito. Aunque las tropas protestantes eran inferiores en número, la geografía favorecía su posición. Sin embargo, un puente de pontones sin destruir cambió el curso de la batalla.
El ejército imperial, liderado por Carlos V y su hermano Fernando, se alió estratégicamente con el duque protestante Mauricio de Sajonia. La victoria imperial, lograda en parte por la audacia de los arcabuceros españoles liderados por Cristóbal de Mondragón, disolvió la Liga y consolidó el poder de Carlos V.
Once valientes soldados de los Tercios españoles realizaron una hazaña heroica: desnudos, con espadas entre los dientes, cruzaron a nado el río, capturaron los pontones enemigos y permitieron a las tropas imperiales avanzar. La victoria fue abrumadora, con entre 2.000 y 3.000 bajas en el bando de la Liga y solo unas veinte en el imperial.
Carlos V recompensó a los once soldados con vestimenta de terciopelo grana guarnecida de plata y cien ducados. Esta victoria no solo aseguró el dominio imperial sino que también marcó el fin de la guerra con la Liga de Esmalcalda. La Batalla de Mühlberg se convirtió en un episodio crucial, simbolizando la tenacidad y valentía de los Tercios españoles en la defensa de la fe católica y la autoridad imperial en una Europa dividida por las tensiones religiosas y políticas del siglo XVI.
Tras la batalla, Carlos V se enfrentó a desafíos crecientes. Alianzas con Enrique II de Francia y conflictos territoriales debilitaron la autoridad imperial. La traición de Mauricio de Sajonia y la derrota en Metz humillaron a Carlos V, destacando su declive.
La huida de Innsbruck y el intento fallido de recuperar Metz en 1553 marcaron una época de dificultades para el emperador. La Paz de Augsburgo en 1555, que permitió a cada príncipe determinar la religión de su territorio, selló la debilidad interna del Imperio. La batalla, aunque inicialmente victoriosa para Carlos V, reveló las tensiones y rivalidades que definirían el curso de la Europa del siglo XVI.
Encamisada de los Tercios Españoles