¿La Inquisición española fue la más brutal? Mito y realidad

¿La Inquisición española fue la más brutal? Mito y realidad

La construcción de un mito


Durante siglos, la imagen de la Inquisición española ha sido presentada como el epítome de la intolerancia, la crueldad y la represión religiosa. En películas, novelas y discursos políticos, se ha repetido la idea de que fue la más sanguinaria de toda Europa, con miles de hogueras, cámaras de tortura y un control absoluto de la vida intelectual y espiritual. Sin embargo, esta visión no solo es una exageración, sino que responde a una campaña de propaganda iniciada por rivales políticos y religiosos de España: la llamada Leyenda Negra.

Este mito, impulsado especialmente por escritores protestantes, enemigos del Imperio español y gobiernos rivales como Inglaterra o los Países Bajos, convirtió a la Inquisición española en un símbolo del fanatismo católico. Pero la realidad histórica, basada en archivos y estudios rigurosos, es muy diferente.

¿Fue la Inquisición española la más sangrienta?


La comparación con otras inquisiciones europeas ofrece un panorama revelador. En Alemania, Francia, Inglaterra o Suiza, durante las guerras de religión del siglo XVI y XVII, se cometieron auténticas matanzas por motivos confesionales, con decenas de miles de muertos. Solo en Francia, la matanza de protestantes durante la Noche de San Bartolomé (1572) dejó más de 10.000 muertos en pocos días.

En cambio, los estudios de historiadores como Henry Kamen o Gustav Henningsen, basados en los propios archivos inquisitoriales, demuestran que durante los casi 350 años de existencia del Santo Oficio español, se dictaron entre 3.000 y 5.000 sentencias de muerte en todo el imperio, una cifra baja en comparación con la escala europea. Además, no todas fueron ejecutadas, y muchas condenas fueron conmutadas o indultadas.

La Inquisición portuguesa, la romana e incluso la calvinista de Ginebra fueron más estrictas en varios aspectos. En Inglaterra, bajo Isabel I, se ejecutó a más de 200 católicos solo por ser sacerdotes. En Escocia y Alemania, los juicios por brujería (que apenas existieron en España) causaron miles de muertes sin proceso ni defensa.

Procedimientos judiciales: más garantías que en la justicia civil


Aunque el procedimiento inquisitorial puede parecer duro desde la óptica actual, ofrecía garantías insólitas para la época: asesoría jurídica, revisión del proceso por tribunales superiores, registro escrito de todas las fases, y la posibilidad de apelación a Roma o a Madrid. La tortura, aunque legal, fue menos usada que en los tribunales civiles y siempre bajo estrictas condiciones.

Muchos reos eran enviados voluntariamente a la Inquisición para evitar los abusos habituales de la justicia ordinaria. Era, paradójicamente, un tribunal más fiable, donde no se permitía la pena de muerte sin pruebas concluyentes ni el uso de tormento como simple castigo.

¿Qué perseguía realmente la Inquisición española?


El objetivo central del tribunal no era la represión violenta, sino la preservación de la ortodoxia católica en una época donde la unidad religiosa se consideraba base de la estabilidad social. La Inquisición actuaba contra cristianos considerados herejes (judaizantes, protestantes, iluministas, falsos conversos) pero no perseguía a musulmanes ni judíos que no se hubieran bautizado.

También combatía delitos como la bigamia, la blasfemia, el aborto, la brujería fraudulenta (farsantes), la hechicería supersticiosa, o los libros prohibidos, pero rara vez con penas extremas. Las sentencias más habituales eran penitencias públicas, multas, destierros o reclusión temporal. Las hogueras eran la excepción, no la norma.

Los autos de fe: entre el rito y la disuasión


Los famosos autos de fe eran ceremonias públicas en las que se leían las sentencias. Aunque podían incluir condenas a muerte (ejecutadas por el brazo secular, no por la Inquisición), la mayoría consistía en advertencias, penitencias o reconciliaciones. Muchos autos eran actos simbólicos con escenografía teatral, y no juicios sumarios como suele imaginarse.

El objetivo era más disuasorio y moralizante que punitivo. Además, se celebraban pocos al año y la participación obligatoria de las autoridades garantizaba el control sobre los castigos.

Una institución longeva, pero adaptativa


La Inquisición española fue creada en 1478 y abolida definitivamente en 1834. A lo largo de esos más de tres siglos, su papel fue transformándose: de tribunal teológico en el siglo XVI, a censor ilustrado en el XVIII. En tiempos de Carlos III, llegó a ser criticada por sectores ilustrados por su conservadurismo, pero ya no ejecutaba sentencias de muerte y limitaba su actividad a libros y supersticiones populares.

La Inquisición se disolvió sin apenas resistencia popular, y durante el siglo XIX fue progresivamente demonizada por escritores liberales y enemigos de la monarquía española como símbolo del Antiguo Régimen, reforzando la imagen falsa de una máquina medieval de terror.

Una leyenda reforzada por protestantes e ilustrados


Muchos textos fundadores de la Leyenda Negra fueron escritos por enemigos del Imperio español: fray Bartolomé de las Casas, Guillermo de Orange, autores anglosajones del siglo XVIII... Todos aprovecharon los procesos inquisitoriales para presentarlos como prueba de un régimen oscuro, bárbaro e incompatible con la libertad.

La ironía es que, mientras acusaban a España de intolerancia, en sus propios países se ejecutaban a miles por brujería, se prohibía la misa católica y se quemaban herejes sin juicio. La Inquisición española se convirtió así en el chivo expiatorio perfecto.

Conclusión: ni santos, ni demonios


La Inquisición española fue una institución compleja, propia de su tiempo, y debe juzgarse con perspectiva histórica. No fue la más sangrienta de Europa, ni la más cruel, ni la más inquisitiva en el sentido moderno del término. Sí fue un tribunal de control ideológico, como muchos otros en la Edad Moderna, pero con una estructura legal, una burocracia sólida y unos límites que muchas veces salvaron vidas más que destruirlas.

Hoy sabemos que muchas de las ideas que asociamos con la Inquisición son mitos heredados de una narrativa propagandística más interesada en denigrar a España que en relatar la verdad. La historia, sin negar sus sombras, merece ser contada con rigor.

Fuentes